HOJAS DE HIERBA. Walt Whitman.

El “Canto a mí mismo” de Walt Whitman, es el canto a su Yo individual, y por extensión a la individualidad de cada uno, de cada hombre, de cada mujer, andando sobre la misma tierra, de la universalidad compuesta de cada individuo sólido y alzado en igualdad. Una igualdad no solo de género, raza, cultura o condición social.
Somos mundos infinitos y extensos, nuestra propia sustancia espiritual y carnal es la creación más prodigiosa. Todo lo que somos, donde estamos, con quien estamos, el más pequeño detalle donde posamos la mirada, el tacto o la atención, es el camino gozoso y asombroso de la vida que nos conecta con su esencia y que se pierde más allá de las estrellas.
En una memoria colectiva que nos enlaza con cada átomo vivo o que alguna vez lo estuvo.
Yo no solo soy Yo, existo más allá de mi perfil dibujado, el paisaje de la vida no es un collage montado con recortes, soy de la materia amasada para todo y para todos, matices infinitos de vida, inconmensurables.
El poeta nos conmina a andar el propio camino de la vida como individuos libres maravillándonos de nosotros mismo y del entorno, contemplando, participando… y disfrutando. Descubrir amando cada fibra que nos forma, que da forma a la más pequeña hoja de hierba.


Un punto y aparte, Hojas de hierba es universal en su mensaje, se disfruta del vigor que transmite, de su fuerte empatía con la vida y con todos los entes vivos. Por ello no pude evitar la desazón que me produjo su referencia a la caza, la imagen de un arma para exterminar esa vida que glorifica en cada línea y que es a mi parecer totalmente incoherente con el espíritu del texto.
El aparte es la fuerte empatía del poeta con el país donde vivió, América. Su amor y fe profunda por su patria como la cuna de todo esplendor… bueno… mejor creer en la esencia de la humanidad sin nacionalismos.


“ELLA”